EL ESPACIO VISCOSO by Miguel Arango Marín

EL ESPACIO VISCOSO by Miguel Arango Marín

autor:Miguel Arango Marín
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789587644586
editor: Universidad Pontificia Bolivariana
publicado: 2017-10-21T00:00:00+00:00


Los patrones de acontecimiento y la metáfora de lo viscoso

Entrando ahora en el afianzamiento conceptual de la metáfora del espacio viscoso, resulta oportuno recordar la trialéctica espacial 19 propuesta por Lefebvre, centrando la atención desde su dimensión del espacio vivido y social. Al respecto, basta comentar que la espacialidad vivida es aquella que tiene que ver con los hábitos realizados por las personas y con los procesos de simbolización que terminan por cargar de sentido los lugares, y que, sumados, llevan finalmente a su apropiación.

Así, este espacio social lefebvriano encuentra una resonancia significativa en aquello que el arquitecto suizo Christopher Alexander (1981) plantea en su trabajo El modo intemporal de construir. En esta investigación el autor sostiene que todos los espacios (desde un edificio, pasando por un barrio, hasta una ciudad) pueden considerarse como lugares llenos de vida, en la medida en que sean producidos a partir de unos patrones de acontecimiento vivos.

Al respecto, hace una diferenciación entre patrones buenos y malos, vivos y muertos. De esta manera, los patrones son buenos cuando generan espacios que propician la resolución de conflictos; y son malos cuando se reiteran modos de vida tensionantes que devienen en espacios que ahondan los problemas sociales. Por su parte, los patrones son vivos siempre y cuando permitan que los habitantes usen y se apropien de los espacios cargándolos de sentido, y son muertos en la medida en que los lugares que se constituyen a partir de ellos no posibilitan la vinculación afectiva con el espacio por parte de sus habitantes.

En concordancia con lo anterior, los patrones vivos son entonces aquellos que se construyen conjuntamente y hacen referencia a los actos que se realizan repetitivamente sobre un espacio particular y que vinculan necesariamente la participación reiterada de las personas que los habitan. De allí que, como lo explica Olga Lucía Londoño (2006), dichos patrones sean el resultado de la suma entre unas acciones rutinarias y un espacio que propicia su despliegue.

En ese sentido, estos patrones son los que, cultural y socialmente, van determinando el modo en que se materializa el espacio, puesto que “(…) no son elementos concretos como ladrillos y puertas –son mucho más profundos y más fluidos- y sin embargo son la sustancia subyacente a partir de la cual siempre se levanta un edificio o una ciudad” (Alexander, 1981: 90).

Así las cosas, los patrones de acontecimiento van creando en los espacios una especie de atmósfera o de ambiente que no puede ser nombrada, pero que resulta determinante para su identificación como lugar vivo, a saber: la cualidad sin nombre. Esta cualidad se define como una fuerza interior que hace que el hombre y los lugares que habita sean más humanos, esto es: como una cualidad que se activa en el sujeto en la medida que un espacio así lo propicie. Sobre esto Alexander explica:

Solo podemos estar vivos en la medida en que los edificios y las ciudades que habitamos estén vivos. La cualidad sin nombre es circular: existe en nosotros cuando existe en nuestros edificios y solo existe en nuestros edificios cuando nosotros la poseemos.



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